Ahora nadie es Vicentin.

Por Carlos del Frade

Aquel 20 de junio de 2020, miles y miles salieron a las rutas, las plazas y calles, no solamente de Santa Fe si no de diferentes lugares de la Argentina para sostener: “Todos somos Vicentin”. Noventa años de historia parida por familias trabajadoras del norte profundo de la provincia donde todavía regían los intereses de La Forestal, convirtieron a la ex algodonera en la primera empresa del territorio y la primera exportadora argentina en el exclusivo gran negocio de la venta al exterior de granos y derivados, el principal flujo de dinero para el pueblo de la nación. Sin embargo la deuda de 1.600 millones de dólares y la fuga de otros 791 millones de dólares que salieron de la sucursal Reconquista del Banco de la Nación daban cuenta que un grupo de empresarios usaron aquel prestigio social de décadas en beneficio propio.

-Mi mejor amigo me puso un tiro en la nuca – dijo Sergio “el Mono” Nardelli, al contarle a los integrantes de la Comisión de Seguimiento del Caso Vicentin de la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe, la única y la última instancia estatal que fogoneaba la investigación del caso hasta que fue disuelta desde la asunción de Maximiliano Pullaro como gobernador de Santa Fe, la jugada que le hiciera el ex presidente de la Nación, Mauricio Macri. Aquella frase era clave para entender el pasado, el presente y posiblemente el futuro de Vicentin, un ecosistema de 32 empresas. No hay capitalismo argentino sin relaciones intensas con los gobiernos, sean nacionales, provinciales o municipales. En aquel 20 de junio de 2020, cuando todos eran Vicentin, aún en pandemia, había una amplia gama de dirigentes políticos que resistió la idea de supuesta estatización haciendo eje en la defensa de la propiedad privada.

En la tarde del sábado 29 de marzo de 2025, cuando un triunvirato de jueces decidió la prisión preventiva de Omar Scarel, Alberto Macua, Roberto Gazze y Daniel Buyatti, no había nadie de aquella dirigencia. Los habían dejado solo como alguna vez ocurriera con Alfredo Yabrán.

Vicentin hizo y deshizo porque lo dejaron hacer y deshacer.

El problema son los 1.300 obreros que dependen directamente y los 4.000 de forma indirecta como sostuvo Macua ese mismo sábado por la mañana. Hablaba de los polos aceiteros pero faltan las otras cientos de personas que pueblan el concierto de las decenas de empresas que nunca fueron tenidas en cuenta, hasta ahora, en el concurso de acreedores.

Vicentin es la síntesis del capitalismo argentino, desaparecedores y vividores del estado en los años setenta, fugadores a partir del tercer milenio. La conversión de una economía de producción y trabajo a una filosofía de casino, de financiarización, de multiplicar el dinero por el dinero, paraísos fiscales, adulteración de balances, fugas, lavado y casi cincuenta hechos de estafas como les enrostró y les demostró la fiscalía rosarina.

-El mundo de los negocios funciona así – dijo enojado y todavía soberbio Omar Scarel en su última declaración. En su enojo estaba la indignación de aquellos que no aceptan que puedan ser controlados ni mucho menos investigados por sus manejos de fiestas privadas que deben ser pagadas por todos los demás.

El futuro de Vicentin depende de la voluntad política de recuperar el dinero fugado, defender las fuentes laborales y la reconquista del comercio exterior de granos de la Argentina por un estado al servicio de las mayorías y no de las minorías como sucede en la actualidad. Es imprescindible, también en el caso Vicentin, soberanía de la cabeza y humanismo beligerante, construir un proyecto propio más vinculado a las necesidades populares que a los intereses multinacionales.